Del 2016 al 2021 se consumió el 75% más de materiales que en todo el siglo 20 ¿Para dónde vamos?

El consumo en el planeta está en crecimiento y, aunque eso demuestra que cada vez más personas salen de la pobreza, también demuestra que, de seguir consumiendo a este ritmo, podríamos tener serias consecuencias en el futuro.

Recientemente me encontré con esta cifra: de 2016 a 2021 se consumió más del 75% de toneladas de materiales que en el siglo 20. Esto denota no únicamente el acelerado consumismo de nuestras sociedades occidentales, también a billones de personas saliendo de la pobreza y un crecimiento de la población desmedido. Entre más personas seamos y más personas salgan de la pobreza, más consumirán. Aún así, la capacidad de carga de nuestro planeta es una sola, no hay planeta que aguante un crecimiento infinito en nuestro consumo.

De la misma manera, no tenemos un planeta que pueda aguantar un crecimiento económico infinito e ilimitado, pues éste siempre ha requerido y requerirá la extracción de los materiales de nuestra tierra. Estas verdades, evidentes para cualquiera que ha tratado de llenar una maleta a la que no le cabe más ropa, son opuestas a la ideología que ha dominado y todavía domina nuestro planeta.

Mucho se habla sobre las gigantescas inversiones que se necesitan para hacer que nuestro sistema económico sea más limpio, pero la más cruda realidad es que lo que más desesperadamente necesitamos es precisamente una reducción en nuestro consumo. Pareciera que el sistema multilateral capitalista en el que se asienta nuestro mundo se tendrá que enfrentar con los límites del planeta para darse cuenta que el ordenamiento social y económico debe basarse en primera instancia en un respeto y entendimiento de la ecología, no únicamente en una conversación sobre de dónde podemos conseguir el dinero para hacer una transición energética. 

Las conversaciones de las conferencias de medio año de Bonn, donde se empieza a preparar la COP de Cambio climático giraron casi que exclusivamente en torno a cuánto dinero deben desembolsar los países del norte global a los del sur como reparaciones por sus emisiones históricas y para apoyar sus procesos de adaptación. Pero la raíz de la desconexión humana es mucho más profunda; hemos llegado al nivel donde los sistemas humanos hemos sobrepasado los límites planetarios y a pesar de que podamos descarbonizar nuestro sistema productivo, la huella ambiental de un sistema adicto al crecimiento es y será por defecto insostenible.

¿Pero no es mediante el consumo que podemos adquirir suficiente capital para hacer los cambios que necesita nuestro mundo? Esta disyuntiva plantea la necesidad de cambiar el paradigma de nuestras finanzas y volver a las épocas de un “Green New Deal” donde los gobiernos pudieron reconstruir el mundo después de la segunda guerra mundial, literalmente sacando el dinero de las arcas del estado. Para reforzar este cambio de paradigma, la teoría monetaria moderna nos enseña que la capacidad de gastar de un estado no se conecta con lo que “recauda” como impuestos, sino con la capacidad productiva de una sociedad o país. 

La crisis ecológica es ante todo la manifestación de un sistema cultural en donde hemos definido nuestro bienestar en función de nuestro consumo material. Construir sociedades realmente ecológicas necesita que nuestras costumbres y valores se enfoquen hacia la calidad de nuestros momentos construidos en conjunto, el amor con el que podríamos vivir y la regeneración de nuestras relaciones.

Lograr transformar nuestras dinámicas culturales y de consumo obliga a que le pongamos atención a las historias de privilegio con la que hemos crecido, pues la más abundante parte del consumo de nuestra sociedad se concentran en las necesidades artificiales de las clases altas y medias; por lo que el cambio significa también una profunda lucha política. La resolución de esta tensión, que es también esencialmente ideológica, determinará si el nuevo mundo que construiremos será lo que se empieza a nombrar como “ecofacismo” o si podremos construir sociedades humanas regenerativas.

Por: Daniel Gutiérrez Patino

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